miércoles, 3 de julio de 2019

Fin de semana musical en Sevilla: Música de Cámara en los Jardines del Alcázar y Barenboim en El Maestranza

El último fin de semana estuve en Sevilla con mi hijo para asistir a un par de buenos conciertos y de paso hacer algunas visitas culturales, no es que el clima fuese el más propicio pero sobrevivimos.

El escenario en los Jardines momentos antes del recital.
El viernes 28 de junio teníamos nuestra primera cita musical en los Jardines de los Reales Alcázares de Sevilla, con un recital de cámára protagonizado por Antonio Salguero (clarinete), Aldo Mata (violoncello) y Pedro Gavilán (piano) y un programa que homenajeaba la figura de Clara Schumann. De Robert Shumann se interpretaron las Fantasiestucke para violonchelo y piano Op. 73 y las Tres Romanzas para clarinete y piano Op. 94. En este primer bloque quedé más convencido del clarinetista, que ofrecía un sonido bellísímo y una interpretación plena de expresividad. El chelo en las Fantasiestucke hizo una excelente interpretación también, pero en algún momento me resultó seco y falto de delicadeza. Cerraba el programa el Trio para clarinete, violonchelo y piano Op. 114 de Johannes Brahms, que alcanzó notables cotas de belleza y para mí fue lo mejor del recital. Como propina hizo aparición la homenajeada Clara Schumann. La pena de estos recitales es que tienen bastante restringido el tiempo y no dan pie a muchos extras, no obstante ese año la programación está muy variada y hay para todos los gustos, así que no se lo pierdan.

La velada del domingo día 30 en el Teatro de la Maestranza con motivo del decimoquinto aniversario de la Fundación Barenboim-Said tenía como protagonista a Daniel Barenboim y la orquesta WEDO con dos obras de Beethoven de dulce: el Concierto para Violín y la Séptima Sinfonía. En el Concierto para Violín, Michael Barenboim, hijo del director, como solista. 


El Concierto me transmitió una sensación de gran equilibrio formal, con una orquesta excelente en su cometido y con Daniel bastante comedido en el podio, seguramente para no restar protagonismo a su hijo. Michael Barenboim me resultó un solista de gran nivel, aunque en esta obra muchos estamos marcados por un sonido más carnoso al violín, como el caso de mi admirado David Oistrakh, no obstante he de decir que Michael fue técnicamente irreprochable, con una ejecución de las ornamentaciones de exquisito gusto, y tocando con gran naturalidad, huyendo de divismos pero también arriesgando en el momento preciso, como como en las cadenzas -propias- del primer y último movimiento, donde se extendió notablemente y con una dosis acertada de fantasía. No obstante encuentro que esta versión fuese aséptica de más en ciertos momentos -sobre todo el primer movimiento-, seguramente de forma voluntaria huyendo de una visión romantizada. La orquesta correspondió plenamente, sin ahogar al solista, administrando su intensidad a lo largo del primer movimiento hasta llegar al clímax. La gran ovación del público asistente -que no pudo evitar interrumpir tras el primer movimiento- fué recompensada con el primer movimiento de la Partita en Mi mayor de Bach como propina, interpretada con absoluta solvencia y claridad.

En la segunda parte del concierto, la Séptima Sinfonía de Beethoven si propició que Daniel Barenboim se desmelenase como no hizo antes. Magnífica interpretación, vibrante y electrizante en sus primer y cuarto movimientos, llenos de matices y con una orquesta que respondía a todas las indicaciones del director. En algunos momentos me recordó a la memorable grabación de Erich Kleiber con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. El segundo movimiento derrochó expresividad sin caer en excesos melancólicos y el tercero tampoco desmereció al resto del conjunto. La conclusión desembocó en un estallido de aplausos del público que se extendió más de 10 minutos con palmas por sevillanas incluidas, mostrando un agradecimiento que esperemos tenga calado en los responsables de la Junta de Andalucía para que la West-Eastern Divan Orchestra siga gozando del apoyo necesario.

He de poner un par de lunares negros, el primero tiene relación precisamente con mi párrafo anterior, resulta bien triste leer en prensa cosas como esta y no tanto por que evidentemente en cuanto a gusto musical cada uno tenemos el nuestro (las opiniones son como los culos, todos tenemos uno) sino por lo tendencioso en cuanto a intenciones. Desde luego que debemos mimar nuestras orquestas y defenderlas, pero mal hacemos si entramos en el me miro el ombligo chovinista y renunciamos a proyectos de calado internacional. En respuesta les dejo este post de mi amigo Fernando.

Y la otra cuestión que como no podía faltar en El Maestranza, las putas toses, sí señores, lo digo taco incluido, estoy cansado de que el público sevillano no tenga la más mínima contención, que sólo duró durante el primer movimiento del Concierto para Violín (donde también se hizo patente ese vicio del aplauso impaciente que no puede esperar, y corta la atmósfera como un cuchillo). El resto del recital las tuvimos por doquier, especialmente en los momentos más delicados. ¿Es tán difícil ponerse un pañuelo en la boca? Ahí queda... y no ha sido la peor velada al respecto, algunas he vivido de pura vergüenza.

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