lunes, 3 de abril de 2023

Programación, Espectáculo, Público y Crítica ¿Que está sucediendo en las salas de conciertos?

 

Jakub Józef Orlinski, en una imagen promocional

Esta entrada en la bitácora es no es una estricta crítica musical, más aprovecho la oportunidad de comentar un recital para hacer una serie de reflexiones que se desencadenaron en la charla posterior al mismo.

Hace meses que adquirí, por sugerencia de mi hijo, las entradas para el recital que Jakub Józef Orlinski ofrecía en el Teatro de la Maestranza en el marco del Festival de Música Antigua de Sevilla. No conocía yo al contratenor polaco (porque les confieso que yo no soy mucho de contratenores) pero me fiaba del criterio de mi hijo que dicho sea, ya terminó los estudios de Musicología. Acompañaba al cantante la formación Giardino d'Amore (en formato reducido) dirigidos por el violinista Stefan Plewniak. El programa, una selección de arias de Haendel y Vivaldi combinadas con conciertos del compositor veneciano.

El comienzo del concierto ya me puso un poco en alerta, la Sinfonía de L'Olimpiade de Vivaldi ya mostró los modos de hacer de la orquesta con un ímpetu bastante presente rayando la brusquedad. Y como es costumbre en el escenario sevillano, los primeros aplausos ya vinieron en tropel al finalizar la misma, en lo que habría de convertirse en la tónica de la velada, además de un sinfín de toses.

Tras esta introducción, retornó la formación a su tarea para introducir la primera aria de Haendel, A dispetto d’un volto ingrato (Tamerlano), y he aquí que Orlinski hizo presencia y se volvieron a desencadenar los aplausos mientras sonaba la música, así que ya me empecé a concienciar que ibamos a tener un recital de esos con mucho 'entusiasmo' por parte del incontenible público sevillano. Sí, lo siento, aqui tienen ustedes a un genuino malafollá granaíno.

Si la orquesta me había puesto en alerta al comienzo de la velada, he de decir que Orlinski me cautivó desde el primer momento en su quehacer vocal, y que el criterio de mi hijo había sido un acierto. Un dominio absoluto de su instrumento y bueno, bastante teatralidad en el escenario que bien es cierto acorde a las obras escogidas.

El contratenor Polaco iría apareciendo y desapareciendo de escena a lo largo del recital, así que a continuación Giardino d'Amore continuó el programa con dos movimientos del Concierto para violín, cuerda y continuo en mi menor RV 273, si bien en programa constaba que iba a ser un movimiento sólo para luego interpretarse el segundo tras otra aria. Y en ese momento, en la transición entre el Allegro y el Largo, mientras uno de los músicos se acercaba al atril para pasar hoja, volvieron -cómo no- los aplausos de los incontenibles.

El lector ya estará intuyendo que no lo pasé bien en el concierto, porque es más, durante ese Largo las toses que en otros momentos de mayor volumen sonoro estaban escondidas, volvieron a aparecer como champiñones nacientes a lo ancho y largo del Maestranza.

Y aprovecho aquí para una pausa del transcurrir de la velada. Hablemos de Programación: montar un programa con una selección de arias y entre medias trocitos de conciertos, que ni uno íntegro oigan. Un modo de deconstruir-construir, o mejor dicho, un producto orientado a un consumo bastante fácil ofrecido en envasado de supermercado, porque eso resultó al final el recital de esa noche.

En el resto de la primera parte Orlinski ofreció dos arias más de Haendel: Torna sol per un momento (Tolomeo, re d’Egitto) y Furibondo spira il vento (Partenope). Ambas impecables en la parte vocal y bastante aceptables en la orquestal. Giardino d'Amore ofreció otro movimiento suelto de un concierto vivaldiano y bueno, hasta esta primera parte yo estaba un poco esperando la orquesta encontrase 'su punto' pero aún no lo encontraba, los veía más a darse lucimiento en los tempos rápidos y con poco empaste en general.

En la pausa, encontré a mi amigo Fernándo López y junto con mi hijo intercambiamos algunas impresiones. A Fernando ya intuía yo que la orquesta no le había gustado nada, pero yo en ese momento estaba bastante más cabreado por la actitud del público, que oscilaba entre los aplausos incontenidos y el goteo de toses contínuo. Fernando quería fusilar a la orquesta y yo al público, pero ya salió un tema a la palestra: Espectáculo. De eso iba a ir la velada, de quien se lucía más y el producto envasado estaba pensado para eso.

Por lo general, las formaciones orquestales van mejorando conforme avanza el programa, y yo esperaba algo semejante esa noche. La segunda parte se inició con dos movimientos del Concierto para violín en re mayor RV 208 Il Grosso Mogul, pero no, lo que ocurrió es que Giardino d'Amore insistió en sus brusquedades y exhibicionismos (incluso desafinaciones), y en el Recitativo del concierto faltó sensualidad. Retornó Orlinski con Stille amare (Tolomeo, re d’Egitto) y nos dió un respiro aunque el polaco cada vez se mostraba más teatral.

Seguimos con otra 'pildora' de Vivaldi, el Concierto para violín en re mayor RV 222 del que se interpretó su Ciaccona. Aquí Stefan Plewniak enmendó un tanto las formas, y en algunos momentos extrajo un sonido bello de su instrumento, pero también con muchos elementos ad libitum y un innegable afán de exhibicionismo. Pareciese que el director y violinista no desease que el contratenor le restase una pizca de protagonismo.

Orlinski prosiguió con el compositor veneciano y su aria Sento in seno (Il Giustino), donde cantante y orquesta terminaron tumbados en el suelo al son del pizzicato de las cuerdas (menudo descanso, oigan...). Otro fragmento de concierto vivaldiano ya en plan desenfreno total... (y más falta de empaste, y más desafinaciones) y bueno, aplausos ya a nivel paroxismo total en cada pausa. Final apoteósico, palmas, oles...

Hablemos pues del público. Del público sevillano, que a estas alturas lo siento: insufrible. Y del público en general: vamos a darle música antigua en plan heavy metal que eso los pone, y cuanto más efecticismo mejor. Yo hay momentos en que lo confieso, me siento extraterrestre. Hasta mi hijo me miraba 'ojiplático'.

Terminó la velada como les digo, con una sucesión de bises (que bien podrían haber formado parte del programa, que de primeras resultaba un tanto escuálido respecto de la entrega del contratenor), aplausos, vítores, palabras y agradecimientos de Orlinski, etc, etc, etc...

En la cena, nos reunimos los asistentes y comentamos bastantes de estas cosas. Yo en general contento porque intentaba ver lo positivo, haber conocido y disfrutado de Orlinski, teníamos a Fernando ya echando chispas, mi hijo nos escuchaba y aportaba su opinión. Y hablamos/hablaremos de la Crítica, que pasa con la misma. En general la crítica en la prensa (y no digamos ya en los medios especializados que dependen de la publicidad de las discográficas) es autocomplaciente provocando vergüenza en algunos momentos. Mi hijo comentaba que en sus estudios de musicología el tema ya había sido tratado, y nos traía al caso como en el pasado no se andaban con chiquitas y si la cosa no era del agrado, ponían bien a caldo. 

Ni se trata de despellejar, pero tampoco de el nivel de peloteo que en la mayoría de las ocasiones nos tenemos que tragar y en lenguaje inflado y ampuloso. El problema es el antes también comentado, el público está por que le den dosis de dinámicas exageradas, tempos trepidantes y cuerdas friccionadas al borde de la rotura.

Les  dejo con dos ejemplos de crítica de este programa, uno desarrollado en el Palau de la Música y otro en del Teatro de la Maestranza, y obtengan sus conclusiones sobre lo que veniamos diciendo: Programación, Espectáculo, Público y Crítica ¿Pero qué COÑO está sucediendo en las salas de conciertos?

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