Casualidades de este verano, creo que fue en julio que en el coche escuché diríamos en primicia la nueva grabación de Pablo Heras-Casado con la Freibuger Barrockorchester, dedicada al Sueño de una noche de verano del compositor Felix Mendessohn. Las casualidades vienen de que un precioso disco que me regaló mi amigo Fernando López-Vargas Machuca me acompaña en estos instantes, ya que me lo eché de equipaje en la segunda parte de vacaciones (también en El Puerto de Santa María), allí le dí otra escucha y ahora lo retomo, porque toma casualidad, Fernando acaba de publicar esta reseña sobre ese espanto que escuché por Radio Clásica. Por favor, pinchen en el enlace que está en negrita y subrayado y no pierdan ripio de lo que ahí se cuenta, que no se queda corto.
No voy a extenderme más sobre lo que Fernando dice, yo tuve suficiente con escuchar la obertura, él ha tenido el valor de zamparse el disco entero. El amor a la música es sufrido a veces.
Su publicación me sirve de excusa para exponer unas reflexiones sobre la práctica interpretativa de la llamada música culta (vamos a decirlo así, que luego tenemos antigua, barroca, clásica y lo que quieran), me refiero con ello a la práctica que se anda imponiendo en lo que llevamos del siglo XXI, porque Heras-Casado no es el único que hace estas tropelías. El tema ha sido objeto de conversación en más de una ocasión con amigos y con mi hijo, que por suerte me salió melómano y musicólogo.
Era el siglo XX cuando el luego llamado historicismo removió las prácticas interpretativas de la música que se suele denominar antigua (que en aquellos momentos incluía desde el periodo barroco a lo anterior del ámbito europeo). Se hablaba, y con razón, de la necesidad de eliminar esa capa de barniz romántico que muchas interpretaciones de esa música adolecían, y se investigó mucho y bien, sobre todo lo relacionado con las prácticas de época y no menos importante, un desarrollo notable en el campo de la organología en cuanto a la recuperación de los instrumentos de época. Todo esto es ciertamente bastante complejo y no se puede resumir en pocas palabras, pero el fenómeno básicamente se vivió así y aportó nueva luz a esa música, todo bajo un criterio de acercarse lo más posible a un concepto tan escurridizo como la autenticidad.
Esta corriente poco a poco fue analizando también la música del periodo clásico (ya saben, Haydn, Mozart y afines) y en muchos aspectos también tuvo una voz que interesaba escuchar.... en años mas recientes han sido los compositores románticos los que han sido puestos en esa tesitura.
La cuestión es que analizando todo esto con el paso del tiempo, y visto en perspectiva actual, en cierto modo se barroquizaron muchas maneras interpretativas, y la cosa ha ido progresando a un punto que ya tiene claramente forma de tics.
Vamos a lo de Heras-Casado, pues lo que hace en su grabación mendelsohniana es algo que se ha ido imponiendo en muchos directores que ya directamente fusilan a los compositores. ¿Cuales son esos tics?
- Exageración del tempo, si es Allegro vamos a ir echando hostias, y si es Adagio, a veces ni es adagio pero a veces puede ser adagio al cubo.
- Dinámicas a tope. Tanto en la sala de conciertos como en el soporte físico, que a fin de cuentas ya no tenemos las limitaciones de unos 45 decibelios de un LP, el mismo CD puede llegar a 90 dB. Voy a hacer que la orquesta sea un susurro y en un ZAS los voy a atronar y dejar atónitos.
- Ornamentación ad-libitum, que también hay que lucirse.
- Fraseo imaginativo, porque ya estaba todo dicho, vamos a decirlo de otra manera.
Evidentemente he destilado bastante mala leche en esas descripciones, y habría más que decir, pero es literalmente lo que está pasando ya un día sí y otro no cuando vas a un concierto o te pones un disco de nuevo lanzamiento de música clásica (ahora sí, que me apetecía y no voy a ser menos).
Pero ¿qué hay detrás de esto? ¿no es demasiado frecuente para que sólo obedezca al mero capricho de director? ¿o hay algo más?.
Si en el siglo XX se hablaba de romantización en las interpretaciones (término que habría que poner muy en remojo, porque ese concepto expresado en esa época tenía una carga peyorativa y sobre todo se asimilaba a su lado más wagneriano) ahora creo que el remedio se convirtió en enfermedad (de ahí poner la imagen de Saturno devorando a su hijo), quiero decir: quienes vinieron a salvar la música antigua ahora han caído en otro pecado no tan diferente de el de entonces, la contemporización de las interpretaciones. Me explico: hacerlas esclavas de nuestro tiempo y despojarlas de su época.
Se equivoca, y mucho, quien me tome por un inmovilista y un rancio en lo relativo al enfoque de la música clásica. Es totalmente lícito tomar a Bach de punto de partida y montarte la sesión de jazz, pero es que en eso al menos había honestidad y sinceridad por parte de Jacques Louissier y sus acompañantes. Hasta Mike Oldfield versionó un concierto grossi de Vivaldi de forma muy original, con una mezcla de folk y rock.
Lo que yo quiero poner de manifiesto es la correspondencia entre muchos de los aspectos de la comunicación en nuestro tiempo, y la forma misma de vivir la vida, con estos atropellos musicales. Grandes cantidades de sobreestímulo, provocar los afectos por el lado más burdo y el efecticismo. En los últimos años tengo un bonito historial de malas experiencia en conciertos con estos caprichos, como esta mañana le decía Fernando, hacer que todo suene a pamplina. Pero es más una pesadilla.
Ya que estamos, a mi no me pirra la versión de Klemperer de nuestra querida obra veraniega, siempre me gustó más Rafael Kubelik, también hay una antigua en monoaural con Ferenc Fricsay, y desde luego esta maravilla de André Prevín que estuve escuchando. Las hay a puñaos mil veces mejores que ese bodrio de Heras-Casado.
2 comentarios:
Antonio, antes que nada, muchas gracias por citarme.
Ya sabes que estoy de acuerdo con lo que dices, y no solo sobre este Mendelssohn. La cosa es que apuntas hacia algo que me parece decisivo: no solo se está "barrokizando" (con k) el repertorio romántico, sino que también se le está trayendo hacia estos tiempos que corren.
Unos tiempos en los que todo tiene que resultar inmediato, por no decir primario y exagerado; tiempos en el que el espectador, el lector o el oyente no están dispuestos a dedicar paciencia ni esfuerzo intelectual; tiempos del mando a distancia, del "si esto no me atrapa desde el primer momento, lo quito".
Eso que la peña llama "contaminación romántica" en la interpretación no siempre es tal, sino otra cosa: es el planteamiento de un discurso en el este posee plena continuidad a partir de un desarrollo orgánico del trazo horizontal. Eso exige mucho al intérprete (¡que las cosas suenen buen no es difícil, planificar con lógica sí lo es!), como también al oyente. Y este último no está dispuesto a concentrarse: quiere un "todo ya".
Y ahí la praxis barroca impuesta a partir del "desmelene italiano" de los Antonini y compañía, luego extendida como marea negra, resulta ideal: discurso de quiebros continuos, de claroscuros extremos, de sorpresas inapropiadas, de imaginación no siempre pertinente y de teatralidad como fin en sí mismo, no como recurso expresivo. Claro, lo que en Vivaldi puede estar muy bien, en Mozart, en Mendelssohn o en Schumann puede ser sencillamente detestable. Pero cuela. Y atrapa, porque el que se pone a escuchar estas cosas recibe mensajes sencillos e impulsos primarios, al tiempo que se ve por encima del resto de los melómanos por sentirse capaz de disfrutar de algo que se encuentra fuera de lo que él cree "convenciones interpretativas burguesas" más o menos anquilosadas.
Intérpretes y casas de discos lo saben, Toman nota. Y triunfan con facilidad. Así nos va. ¡Saludos!
Curiosamente no he oído aún lo que ha hecho Heras-Casado pero os entiendo perfectamente a ti y a Fernando en su comentario porque no es un hecho aislado. Excelente articulo
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