miércoles, 19 de febrero de 2020

Orejas de trapo en la era digital


Soy consciente que esta entrada en la bitácora es un grito en el desierto, que poco se puede hacer cuando el borreguismo se implanta como forma de comportamiento y de resultas de eso quienes tenemos algo de conocimiento y una visión crítica de las cosas quedamos como unos putos frikis, pero el derecho al pataleo no me lo quita nadie.

El tema viene provocado por una tontería ciertamente: este fin de semana he tenido un par de viajes en coche compartido (no voy a poner nombre a la plataforma, sabéis cuales son) que me sacaron de mis casillas, y es que uno es algo delicado para el tema de la música. Conclusión por adelantado: el personal tiene un oido frente al otro y se conforma con ruido.

En el viaje de ida en principio teníamos la radio puesta y aquello sonaba como el demonio, el conductor -un chaval- me respondió cuando le hice una moderada observación 'ya, es que este era el coche de mi padre y algunas cosas están un poco así'... pero es que sólo se escuchaba la música por los tweeters, los altavoces principales debían estar cascados, así que entre las interferencias de moverse por carretera y aquello, mis oídos terminaron saturados de ruidos y altas frecuencias. Llegó un momento en que le dije 'si puedes bajarlo un poco'... y entonces tuvo la feliz idea 'ah, tengo un disco en la bandeja, sonará mejor'. Pues sí, sonaba un poco menos horrible, pero de la vomitiva radiofórmula pasamos a un bodrio en el que básicamente todo era caja de ritmos en bucle, con escasos elementos melódicos y palabras sueltas a lo largo la interminable hora que restaba hasta el final del viaje. Resumiendo: una tortura.

El viaje de vuelta fue sólo ligeramente menos horrible: al menos el reproductor sonaba medio decentemente, pero el repertorio fue reguetton durante las dos horas y pico del trayecto. En este caso ya iba con el móvil bien de carga, me enchufé mis auriculares y me aislé: a grandes males, grandes remedios. Beethoven se encargó del resto.

Ya hace un tiempo escribí en este mismo cuaderno de bitácora sobre el revival de los discos de vinilo y abordaba algunas cuestiones relativas al binomio audiofilia/postureo, en esta ocasión lo que quiero abordar es la gran contradicción de nuestra época. Nunca hubo tanta tecnología y medios para escuchar música, nunca hubo tanto acceso de facilidad a la música, pero las nuevas generaciones -salvo contadas excepciones- escuchan la música peor que nunca (el altavoz de un teléfono móvil por ejemplo) y no escuchan más allá de las modas más comerciales y pobres musicalmente hablando.

¿No quieres gastarte un dineral comprando discos? Vale, te puedes abrir una cuenta en una plataforma de streaming a un precio casi ridículo, pero es que incluso si soportas la publicidad, puedes escuchar multitud de cosas sin pagar un duro. Y para escuchar música con algo de calidad, vale un móvil incluso, pero si le conectas unos auriculares decentes. Que sí, que luego estamos los bichos raros como yo que nos dejamos un dinerito mensual en música y que disfrutamos de tirarnos en el sofá y convertir el salón de la casa en un auditorio. Hay para todos, nadie está fuera. Lo del criterio musical es más subjetivo y jodido...

Me pregunto que habrá provocado este fenómeno que vivimos, y creo que los dos aspectos guardan relación. Sociedad y hábitos se retroalimentan, yo lo resumiría en ruido y prisa. Ruido porque tenemos información en sobreabundancia, pero información que no vale para nada en la mayoría de los casos: falta de profundidad, léxico y sintaxis pésimos, la simplificación condensada en mensajes cortos y lo más impactantes posibles ¿Quieren ejemplos? Un rápido paseo por las portadas de muchos medios de información digitales y por supuesto, las malditas redes sociales. Sí, esas que tanto nos interconectan y donde no para de circular mierda. Prisas en todo, ¿cuanto tiempo dedica la media de la población a la lectura a diario? Y la otra pregunta ¿cuanta gente dedica un cierto tiempo a escuchar música? Ojo... no a tenerla de fondo. Si la pregunta es ¿te gusta la música y quieres saber además de escuchar? … el círculo se cierra enormemente: cuatro gatos compramos libros sobre el tema o buscamos artículos para leer (en internet los hay a miles).

Así pues, quienes mantenemos un cierto criterio en sobre la música, tanto en sus aspectos técnicos como los intrínsecamente musicales, ahora terminamos arrastrando un sambenito de elitismo, y la gran paradoja es que vivimos unos tiempos en que la música no tiene porque ser para nada elitista. Y tener un sistema de sonido minimamente decente no es cosa de ricos, hay para todos los públicos, ahora más que nunca.

La imagen que encabeza esta entrada ilustra lo que quiero decir... adivinanza... está en la contraportada de un disco de Mike Oldfield ¿cuál? Ese disco tuvo su historia, que da pie a que otro día hablaré de las consecuencias de lo aquí expuesto en la producción musical, entre tanto seguiré con otras cosas. Entretenimiento no me falta.

Gracias por vuestra paciencia.

4 comentarios:

Aurelio dijo...

Esos viajes son un sufrimiento, Antonio cuidate!!!!

Pablo Varela dijo...

Hola Antonio, "escuchar" música en ambiente público es un sufrir y no parar. Las generaciones nuevas se conforman con cualquier porqueria que sea transportable, no importa la calidad del sonido. Tampoco va en el poder adquisitivo, he visto millenials que ganan una pasta usando el parlante del celular, las odiosas "soundbar" e incluso parlantes de ordenador para escuchar su maldito reggaetón. Es que esa vida de no tener nunca el culo quieto en casa los obliga a contar con dispositivos móviles donde puedan compartir con el del al lado lo que están oyendo, no olvides que juegan una carrera a ver quien es más guay. Los que estamos acostumbrados a escuchar en equipos de decentes para arriba, lo pasamos realmente mal en este caos sonoro que han creado.

jesus dijo...

No se te puede discutir nada, todo lo que dices tienes razón. Últimamente estoy viviendo situaciones similares con demasiada frecuencia (no modulada). Por eso y para estas situaciones estoy pensando en adquirir auriculares con un buen sistema de cancelación de sonido exterior y que el aislamiento sea total. Intentar escuchar a Bach, por poner un ejemplo como podría haber dicho Jethro Tull, oyendo de fondo y con sordina estribillos con palabras con tan sabio mensaje como "te gusta la gasolina" es ya suficientemente claustrofóbico sin necesidad de ir encerrado en un coche con unos pocos extraños con los que sentiría que no tengo nada en común.
¿que pasó con el gran criterio musical imperante de la gente de mi generación?
Cuando me hago esta pregunta me tengo que plantear si la cuestión está en mí, que me pasa igual que pasó a mis padres y abuelos en su momento. Pero no es el caso, yo no me cierro a música actual, siempre que haya un mínimo de creatividad, de arte, de emoción.
No puedo valorar a un cantante que no sabe entonar sin el autotune (como odio ese invento).
No estoy en contra de la tecnología, al contrario, proporciona herramientas fantásticas al buen músico. Sí estoy en contra de su mal uso y abuso que tortura nuestros oídos.

A ver que nos trae la siguiente generación, ya va tocando un poco de buen gusto y criterio.
Ánimo

Juanma Barrios dijo...

Ante tanto mal gusto y cerebro de gimnasio ya me conformo con que no me prohíban escuchar la música clásica.