martes, 24 de julio de 2018

Esclavos de nuestras palabras y nuestros silencios

Mientras termino de elaborar una reseña discográfica abordo otra cuestión, inicialmente mi intención era dedicar este espacio a cuestiones meramente hedonistas sin quebrarme la cabeza con la realidad política y social, más cuando esto de las redes sociales es mucho ruido y pocas nueces.

Pero hay momentos en que uno no puede abstraerse de lo que le rodea. Precisamente estaba leyendo un artículo titulado ¿De qué parte estas? y encuentro que se cita a Sartre. Yo tengo un dicho que se asemeja mucho: somos esclavos de nuestras palabras y nuestros silencios. La cuestión es que el fascismo enseña la patita en Italia y también aquí en España ¿no se lo creen?. Pues miren lo que está pasando en el Valle de los Caídos, un mausoleo de vergüenza en donde la España más retrógrada le encanta retratarse.

Ninguna persona que tenga el más mínimo aprecio por los conceptos de Democracia y Libertad debería mirar hacia otro lado respecto a sucesos como este. Cierto es que esto debería haberse resuelto mucho tiempo atrás (al dictador no había que haberlo dejado ni enfriar allí), como devolver la dignidad a las familias que reclaman los restos de los masacrados por la dictadura que reposan en incontables fosas. Mala transición hicimos, a medias como poco.

Miren, yo no tengo ningún fallecido que reclamar, pero encuentro de justicia inexcusable poner orden en este sindiós. El tema parece ser tabú y siempre se refuta con esa frase de no reabrir heridas. No señores, es que a las heridas se les pusieron puntos forzosamente sin que estuvieran adecuadamente cauterizadas, y la pus ya rebosa y puede arrastrar a esta sociedad a otra época de oscuridad. Este fenómeno de no poder quitarnos ese lamentable pasado tiene un nombre: Franquismo Sociológico, y en este artículo se aborda de una forma bastante amplia y acertada.

¿Exagero? Veamos la senda que se está marcando el partido que acaba de ser desalojado del poder en este país. Desalojado por cierto de forma totalmente legal y constitucional, porque las mociones de censura están ahí para algo, y lo que cuenta en nuestro sistema es la mayoría de la cámara, nunca ese mantra de la lista más votada que no dejan de cacarear como argumento de gato panza arriba. El nuevo y reluciente líder, Pablo Casado, expone un argumentario que lejos de tomar nota de como la sociedad española estaba harta de ellos, ahonda más en retroceder al pasado y renegar de los progresos sociales. Me quedo con dos de sus máximas en estos momentos que está la cuestión caliente: “La España de las banderas en los balcones”, olé, reduccionismo puro de patriotismo mal entendido. La otra carta de presentación es su propuesta de reforma de la Ley Electoral para beneficiar el partido más votado, un “bonus” de 50 diputados nada más y nada menos, mayoría absoluta para gobernar sí o sí aparte de hacer saltar por los aires el principio constitucional de proporcionalidad, que ya estaba bastante perjudicado de por sí por la combinación de la Ley D'Hont y nuestro sistema de circunscripción. Eso sí que es gobernar por la puerta de atrás, no que te desalojen del gobierno por una monción de censura que se hizo mucho esperar, ante un escenario de corrupción que no tiene parangón en Europa.

Lo cierto es que la derecha en este país tiene muy mal perder, cada vez que son desalojados del poder juegan a tensar las cuerdas de la sociedad hasta el límite, o más allá de los límites como ya sucedió en 1936. Y luego se les llena la boca de la palabra democracia, ese concepto que menosprecian, porque oportunidades para renegar del franquismo las han tenido a patadas pero siempre se ponen de perfil. Y es una incógnita si también de perfil se pondrá la Iglesia Católica Española, esa que mira a otro lado mientras el actual pontífice intenta avanzar hacia el futuro: me refiero al desplante del abad de la abadía, que se ha puesto rebelde lo que no es de extrañar por su adscripción a la Falange Española Independiente.

Lo de la deriva de nuestra monarquía... mejor para otro día que me dé otro volunto, que debo cuidar la tensión arterial, el colesterol, y mis contracturas musculares.

Disculpadme pues la meada fuera de tiesto, pero como ciudadano, como persona comprometida políticamente, no puedo permanecer en silencio, o seré esclavo de los acontecimientos que me temo están por venir. Nadie debería callarse si está en desacuerdo con esta escalada del fascismo en Europa, tenemos la obligación moral de manifestarnos individual y colectivamente.

Antonio Pérez Villena, republicano, de izquierdas y agnóstico.