Los discos de vinilo vuelven a estar de
moda y es un tema ya frecuente en la prensa. Hace unos días leí un
artículo que ya tiene algún tiempo, que hacía mención al notable
incremento en las ventas los mismos, situándonos en niveles de los
años 90. El fenómeno está provocando tener que reabrir plantas de
prensaje que llevaban décadas cerradas.
Soy un gran amante del formato, y mi
modesta colección sigue creciendo día a día con adquisiciones
tantos de nuevos prensajes como del mercado de segunda mano, no
obstante, me gustaría hacer una análisis crítico del momento que
vivimos en la música comercializada en formato físico (excluyo pues
los streaming y descargas).
Quien nos iba a decir en 1983, cuando
el Compact Disc salió al mercado, y con un primer diagnóstico
de absoluta aniquilación del viejo formato, que los microsurcos
resurgirían de sus cenizas mientras las ventas de CD's van cayendo
en picado (ahí si hacen mella las descargas y Spotify). Han sido
unos años bastante convulsionados en la industria discográfica, con
muchos fenómenos a tener en cuenta.
La cuestión tiene dos vertientes para
enfocarla, una técnica y otra comercial.
Técnicamente estas últimas décadas
han estado plagadas de contradicciones. Cuando más medios ha
existido en los estudios de grabación se ha grabado peor, es fácil
comprobarlo: podemos pasar unas cuantas grabaciones al azar por un
editor de audio y comprobar que los niveles de compresión son
inauditos cuando el disco compacto permite un rango dinámico de 90
decibelios. El lema es que la música suene a tope, punto. Me
refiero especialmente al panorama del pop y el rock, con unos niveles
de pobreza en la producción que son para llorar (y para recolmo, las emisiones de radio en FM usan como material ficheros MP3). Pero es que ni la
música clásica se ha librado de esto, especialmente en muchos
reprocesados de antiguas grabaciones donde se ha retocado y
ecualizado en exceso.
Maletita tocadiscos "Crosley", para alardear de que te encanta el vinilo y destrozar tus discos. |
Desde el punto de vista del
melómano/discófilo hay otro problema: la desaparición de la
cultura Hí-Fi. Nos encontramos pues con una polarización en
cuanto a qué medios usamos para escuchar música, o bien tocadiscos
que parecen de juguete (donde mucha gente pone maravillosas ediciones
de vinilo de 180 gramos), la obsesión porque las cajas acústicas
sean la mínima expresión posible en espacio, etc. Y al otro extremo
lo que se denominan ahora audiófilos o fanáticos del término
anglosajón High-End, capaces de dejarse las gónadas
comprando unos cables para altavoces con propiedades esotéricas en
algunos casos, o con tocadiscos de diseños estratosféricos. Ni
tanto ni tan calvo: no hay que arruinarse para escuchar con calidad,
pero es cierto que el mercado de sonido doméstico ahora mismo está
desregulado, o compras una patata o te abonas al postureo, los
modelos que están en la franja intermedia no termino de ver
sus diseños prácticos en muchos casos. Luego está la opción de
comprar equipos de segunda mano de los años 70' – 80', que le
pueden sacar a uno bien del apuro, pero necesitas un técnico que los
sepa poner a punto. Resumiendo: si te gusta el disco de toda la vida
y quieres disfrutarlo, mejor contrasta muchas opiniones y tómalo con
calma.
Además, lo de los prensajes tiene
mucho chiste. Un disco de vinilo ni tiene que ser una como una loncha
de jamón ibérico (así venían los de finales de los 90') ni un
entrecot de ternera (200 gramos de plástico, excusa perfecta para
clavarte la cartera). El grosor de la placa donde más influye es en
la conservación del disco, menos proclive a deformarse, pero no es
un parámetro relacionado con su calidad sonora. Son muchos los
factores que influyen la misma: calidad y procesamiento (que no
sobreprocesamiento) del máster, buen ingeniero en la máquina de
corte del acetato, procesos de galvanoplastia cuidados, calidad del
material (más que la cantidad). Sí, es más difícil hacer un buen
disco de vinilo que un disco compacto, en su momento había mucha
gente que controlaba ese tema, y técnicas de las que ya casi nadie
habla como la denominada Half Speed Mastered,
esto es, hacer funcionar tanto la máquina de corte del acetato como
la cinta máster a la mitad de velocidad, para mitigar los problemas
de corte a altas frecuencias. En fin, un poco triste terminar
poniendo el entrecot de 200 gramos a hacerse en un Crosley. Pero no
seamos negativos, la técnica sigue avanzando y el HD-Vinyl apunta a una mejora sustancial en la calidad de los prensajes basada
en la investigación, que no en el peso. Este sistema apunta a ser el
sucesor de los antiguos Half Speed Mastered.
Plantearse escuchar un disco de vinilo
desde la perspectiva de la pureza del sonido analógico, es
una tontería como la copa de un pino. Salvo los discos que tengamos
fabricados en el pasado puramente analógico, en la actualidad
cualquier disco que compremos contiene audio almacenado y procesado
digitalmente. Se dan casos excepcionales de algunas reediciones que
siguen usando las técnicas originales a partir de un máster
analógico directamente al corte del acetato. Hay sospechas de que
incluso muchas reediciones que no son del sello oficial, ha hacen
cortando el acetato a partir de un vulgar CD. En el caso de
reediciones del propio sello de origen la cosa tiene bastantes
garantías de calidad, se hacen a partir de remasterizaciones
digitales a 24 bits o sistemas equivalentes. El mismo sistema que
antes hemos citado de HD-Vinyl, se ha de basar obligatoriamente en
una fuente digital de alta resolución.
Tocadiscos Thorens TD-160 equipabo con brazo SME, el "summun" de la Hi-Fi en los años 70. |
Edición "Half-Speed Mastered" del álbum "Thriller" |
La parte comercial de todo este
fenómeno revival es bastante sangrante. Empecemos porque en
todos estos años unas pocas multinacionales han acaparado casi todo
el mercado, absorbiendo a multitud de sellos (algunos bien
importantes). Pocas empresas con un enorme fondo de catálogo, que
están explotando a base de bien. Reeditan una y otra vez (ya con el
CD lo hicieron) material que lleva años más que amortizado, y en
algunos casos con precios abusivos y con tiradas calculadamente
escasas para pasado un tiempo tener el reclamo de un nuevo
lanzamiento. En esto tenemos más de un avispado que pilla cantidad y luego lo pone en reventa.
En el panorama de los sellos españoles,
ninguno de los grandes de antaño se ha librado de ser engullido, y
enumero los que recuerdo por orden alfabético: Belter, Fábrica de
Discos Columbia, Fonomusic (antes Sonoplay), Hispavox, Zafiro (y su
sellos asociados Chapa-Discos y Novola)
Hay pequeños sellos independientes que
se están aventurando a publicar en disco de vinilo, poniendo también
en valor los factores estéticos del asunto (portadas y diseño).
Y comercios locales que sobreviven a las ventas por internet, otro azote que habría que replantearse. Desde luego se agradece porque además ofrecen una música que se
sale del estándar a nivel de mierda que está el mercado
actual.
Cómo habreis podido comprobar, he
sido bastante crítico con todo lo que rodea al resurgir del disco de
vinilo y os preguntareis si a mí el fenómeno me trae al fresco.
Pues para nada, estoy bastante contento porque me gusta el soporte y tener de nuevo más disponibilidad del mismo,
me gusta porque llevo desde mi infancia usándolo y porque me permite
una palpabilidad que con los formatos digitales tengo la
sensación de que me falta algo. Llevo toda la vida comprando
discos y conseguí maravillas de segunda mano en la época que a
todo el mundo le dio por deshacerse de sus plásticos para abrazar el
compact disc. Pero no me monto absurdas pajas mentales con el tema:
tengo LP’s, CD’s y SACD's (para mí un formato excelente y con
opción multicanal), y benditos sean estos últimos si están bien
producidos para la música clásica, permitiendo unas gamas dinámicas
que el formato analógico no permite. Pero me resulta indignante que
las discográficas se intenten aprovechar una vez más del melómano-discófilo
que es quien a fin de cuentas mantiene en pie todo el chiringuito.
Habrá que ver como discurre el
fenómeno en los próximos años y que pasada esta tormenta de la
moda si se consolida el formato de nuevo con unos parámetros
razonables, entre tanto: a río revuelto, ganancia de pescadores: las multinacionales se ponen las botas.
4 comentarios:
Muy buena crítica. Comparto contigo totalmente todo lo que has comentado Antonio.
Totalmente de acuerdo. Cuando la gente sabe que atesoras vinilos te fríe la cabeza con teorías que han oído y que no se sostienen. La guerra del loudness se cargo el buen sonido hace mucho y eso no tiene nada que ver con el formato.
Muy bien expresado!
Es cierto. El vinilo tiene ese encanto que ofrece el soporte, con sus carátulas que tanto juego nos han dado (muchas creadas por excelentes diseñadores gráficos como Holger Mathies). El CD fue un recurso precipitado, y sus problemas (sobre todo de lectura) fueron difícilmente subsanados (a costa de lectores de Alta Gama que muchos no podíamos costear. No obstante, tuvo más ventajas que inconvenientes, opino.
Después, gracias a los formatos de Alta Definición en audio, con muestreos elevados y una profundad de bits más acorde a las necesidades de la auténtica fidelidad sonora, podemos decir (yo me atrevo al menos) que el audio digital ha alcanzado su madurez (siempre en condiciones ideales).
Otra vertiente tan importante como el modo en que las disqueras distribuyen el material es cómo lo graban. Aquellos tiempos en que los ingresos estaban más o menos garantizados y los sellos importantes disponían de ingenieros de sonido con una alta cultura musical y general están ya un poco distantes...
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